Este
jueves 14 de agosto llega a todas las salas de cine del país Drácula, una audaz reinterpretación del clásico inmortal,
dirigida por el visionario cineasta Luc Besson, conocido por títulos icónicos
como El Quinto Elemento y El Perfecto Asesino. Esta versión, ambientada entre la brutalidad del
siglo XV y la efervescente París de 1889, ofrece una mirada íntima, romántica y
profundamente humana sobre el célebre conde vampiro.
Más que un mito de terror, Drácula se presenta como una
historia épica gótica con alma trágica y sensibilidad moderna. El filme narra
el destino maldito de Vlad, un príncipe que desafía a Dios tras perder a la
mujer que ama con locura. Condenado a la eternidad como vampiro, su único
propósito es reencontrarse con ella, guiado por un amor que desafía el tiempo y
la muerte.
Un drácula humano, un relato atemporal
En esta propuesta, Luc Besson desmonta la imagen clásica del monstruo y se centra en el alma del personaje: un hombre capaz de esperar cuatro siglos por amor. Inspirado directamente en la novela original de Bram Stoker, el director devuelve al personaje su dimensión más emocional, alejándose de los superpoderes y artificios sobrenaturales que han acompañado a versiones anteriores.
“Quería hablar del amor, pero también de valores que hoy parecen olvidados, como la justicia, la amistad o el sentido del bien común”, asegura Besson. Su Drácula es un personaje elegante y melancólico, de gustos exquisitos y alma atormentada, que encuentra en los perfumes, las telas finas y los detalles estéticos una forma de conectar con su pasado y con quienes lo rodean.
Un reparto brillante y una visión artística deslumbrante
El papel de Drácula recae en Caleb Landry Jones, quien trabaja por segunda vez con Besson. Su transformación física y emocional fue total: voz, acento, movimientos, todo construido con precisión casi quirúrgica. Lo acompañan Zoë Bleu como Elisabeta, Christoph Waltz, en el papel del sacerdote que persigue a Drácula, y Guillaume de Tonquédec, en una dupla que aporta inteligencia y humor a la historia.
A nivel visual, Drácula es un despliegue de riqueza estética y precisión histórica. Con diseños del reconocido artista Patrice Garcia, quien ya había colaborado con Besson en El Quinto Elemento, y una dirección de arte a cargo de Hugues Tissandier, el film recrea castillos barrocos, conventos sombríos y una desbordante feria parisina en pleno centenario de la Revolución Francesa. El vestuario, a cargo de Corinne Bruand, incluye más de 2.000 piezas originales, diseñadas con un código cromático que aporta profundidad a cada personaje.
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