Después de haber debutado en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam, Mudos testigos, llega a las salas de cine nacional este 2 de marzo para rendir tributo al cine silente colombiano y demostrar, si se quiere, que estas historias realizadas hace un siglo dialogan perfectamente con la época actual.
La película se estrena en el marco del ciclo Cine sin tiempo, que reúne una selección de obras maestras del cine silente que influenciaron su proceso de creación y que en su inauguración, el 22 de febrero, proyectará películas incompletas con música en vivo del ensamble de Carlos Quebrada.
La historia de amor entre Efraín y Alicia, quien está comprometida con Uribe, es la narrativa principal de Mudos testigos, una película codirigida por Luis Ospina (1949-2019) y Jerónimo Atehortúa y que desde el próximo 2 de marzo estará en las salas de cine del país.
Mudos testigos, está protagonizada por Mara Meba (Alicia), Roberto Estrada Vergara (Efraín) y Rafael Burgos (Uribe), actores de películas de cine de la primera mitad del siglo XX, quienes vuelven a estar en pantalla gracias al trabajo experimental y de collage que fue idea original de Ospina y que materializó Atehortúa tras la muerte del cineasta caleño en 2019.
Jerónimo Atehortúa, crítico, profesor, autor de Los cines por venir y productor de películas como Pirotecnia y Como el cielo después de llover, aceptó el reto de Luis Ospina y, siguiendo la inspiración de los directores de la Nueva Ola francesa, que previamente fueron críticos, decidió debutar en la dirección de un largometraje.
Por eso, dice que en Mudos testigos hay “un movimiento doble” porque “es la última película de Luis Ospina y es mi primera película”, pero también porque está realizada con materiales que se filmaron hace más de 100 años y aún así es un filme totalmente contemporáneo.
“Es una película de 2023, preocupada por el futuro del cine, aunque paradójicamente está armada a partir del material de archivo que existe de las películas mudas que se realizaron en Colombia”, sostiene el director.
Aura o las violetas (1924), El amor, el deber y el crimen (1926), Como los muertos (1925), María (1926), Manizales city (1925), El trágico final de Gardel, su última despedida (1935) o Los primeros ensayos del cine parlante nacional (1937) fueron algunos de los filmes que Luis Ospina seleccionó para dar ese arco narrativo que abarca el paso del cine mudo a las películas sonoras, y que pasa de ser un melodrama clásico a una historia, con lenguaje cinematográfico mucho más moderno, en la que el protagonista empieza a hacerse consciente de la violencia estructural que lo rodea.
El reto de hacer Mudos testigos fue grande, no era fácil hacer una historia de ficción con un hilo narrativo creíble, a partir del archivo cinematográfico. Así que apostaron por la metodología de creación de las vanguardias del siglo XX, “el ‘cine-détournement’, propio del situacionismo, que consiste en hacer uso de imágenes provenientes de otras películas, variándoles el contexto para que adquieran nuevos significados”.
En palabras de Atehortúa, esta metodología no solo responde a un trabajo, sino a una “práctica poético-política que entiende que los archivos y la memoria fílmica no son objetos de mausoleo, sino objetos vivos en la medida en que sean utilizados una y otra vez para otorgarles nuevos e inusitados sentidos".
Hay que tener en cuenta que la mayoría de las películas del periodo silente en Colombia están incompletas y con las secuencias que existen es difícil hilar una historia. Por eso, a partir de un trabajo de guion, entre Luis Ospina, Jerónimo Atehortúa y Juan Sebastián Mora, y gracias al montaje de Mora y Federico Atehortúa, se generó un relato cinematográfico que fusiona la imagen con textos, inspirados en obras literarias, que soportan y conectan la historia.
Se podría decir entonces que Mudos testigos es un trabajo de collage experimental, un melodrama de 78 minutos que no solo es el filme póstumo de Luis Ospina, o la ópera prima de Jerónimo Atehortúa, sino también un homenaje al cine silente. Es una película original e innovadora que explora el lenguaje cinematográfico, a partir del archivo, para narrar una historia que resuena en el presente.
En este largometraje, además de los actores, las películas mismas son protagonistas porque recapitulan las ansiedades de un arte y una época (paisajismo, melodrama, violencia), preocupaciones que siguen vigentes en la narrativa colombiana.
“Se suele decir que no hay una historia del cine en Colombia. Pues bien, Mudos testigos, viene a demostrar que ello no es cierto, que sí hay una historia y que, aunque exigua, está llena de matices y promesas aún por explorar. Por eso, es una película utópica, pues al trabajar sobre la memoria cinematográfica se insufla nueva vida a la historia”, añade el realizador.
Mudos testigos es una tensión entre la realidad, la fantasía y la creatividad que encuentra libertad en la primera persona para narrar una historia de ficción, con elementos poéticos, sobre el comienzo del cine colombiano, nutriéndose también del documental.
“Me gusta llamarla melodrama de archivo. Las primeras películas colombianas y gran parte del audiovisual que se ha producido en la historia del país es melodrama y nosotros tratamos con respeto y cariño ese género que fusionamos con la experimentación para juntar pedazos de muchas películas, como lo hace la literatura o el cine moderno, para contar una historia de amor a la que se le añade el tema político”, concluye Jerónimo Atehortúa.
Mudos testigos es una película colombo francesa, producida por Invasión Cine y Pomme Hurlante Films, en asociación con Lina González y Guateque Cine. Se realizó con el apoyo de Hubert Bals Fund (Países Bajos), El CNC y el CNAP (Francia), Patrimonio Fílmico Colombiano, la Cinemateca de Bogotá, la Orquesta Filarmónica de Bogotá, Caracol Televisión y Dago García Producciones. Su distribución en Colombia está a cargo de Danta Cine.
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